lunes, 12 de mayo de 2008

LA LUCHA DE FEDERALES PATRIOTAS VS. UNITARIOS MASONES CONTINUA, Y ES AGITADA POR LA ADMINISTRACION KIRCHNERISTA



Hay que escuchar el rumor de la calle, cuyos voceros lo constituyen los miles y miles de hombres comunes, grises si se quiere, del pueblo. El forajido Domingo Faustino Sarmiento llamaba al pueblo "la chusma", concepto peyorativo digno de un traidor que jamás se sintió arraigado al suelo que, por desgracia, lo vio nacer. Un paria. El pueblo es sabio, y jamás hay que desdeñarlo. Una vez, el rumor de uno de esos hombres comunes expresó que "el problema del campo es la reedición de la vieja lucha entre federales y unitarios". ¡Excelente! ¡Qué conmovedora verdad! Pasado un tiempo prudencial, la anónima y real versión de aquél hombre de la calle fue sostenida por un historiador revisionista: Pacho O'Donnell.

Fue así que el 26 de abril próximo pasado, O'Donnell escribió –y le publicaron en el periódico “La Nación”- una extensa nota titulada "Como en el Tiempo de los Caudillos", algunos de cuyos párrafos dicen así:

“En los días que corren, asistimos, bajo la apariencia de una polémica “campo versus Gobierno”, a una renovada disputa entre los intereses provinciales y los del gobierno central por la disponibilidad de los fondos recaudados por impuestos y retenciones. Polémica que se arrastra desde los tiempos de la colonia y que continuaría después de la Revolución de Mayo, cuando la provincia de Buenos Aires pretendió tener derechos para apropiarse de los únicos ingresos significativos de las Provincias Unidas: los de la aduana y el puerto.

“Luego de constituida la Nación, en 1853, la codicia se desplazó a los gobiernos nacionales, no casualmente residentes junto al río.

“En los tiempos que siguieron a Mayo, muchos factores se oponían a que el interior del país compartiera las opiniones y los proyectos políticos de los “notables” de Buenos Aires...”.


Más adelante, Pacho O’Donnell continúa expresando:

“Predominaba en la dirigencia porteña la concepción de que las provincias estaban habitadas por bárbaros cuyo principal aporte era la integración de los ejércitos, pero a los que se negaba en la práctica toda capacidad estratégica o intelectual. Un anciano y exiliado José Gervasio de Artigas confesaría a José María Paz en 1848: “Yo no hice otra cosa que responder con la guerra a los manejos tenebrosos del Directorio y a la guerra que él me hacía por considerarme enemigo del centralismo, el cual sólo distaba un paso entonces del orden hispánico. Tomando por modelo a los Estados Unidos, yo quería la autonomía de las provincias, dándole a cada Estado su gobierno propio, su constitución, su bandera y el derecho de elegir sus representantes, sus jueces y sus gobernadores, entre los ciudadanos naturales de cada Estado. […] Pero los Pueyrredones y sus acólitos querían hacer de Buenos Aires una nueva Roma imperial, mandando sus procónsules a gobernar a las provincias militarmente y a despojarlas de toda representación política”.

Y la nota, que refleja el casi exacto paralelismo entre los acontecimientos del siglo XIX con los que vivimos a comienzos del siglo XXI, ahora refería a las características de los caudillos y el por qué se manifestaron con sus famosas e inolvidables montoneras gauchas de tanto en tanto:

“(…) Nuestra historia, plasmada por los unitarios, vencedores en la guerra civil en la que los caudillos fueron derrotados, los condenó al sótano de sus “malditos”, los pintó como bárbaros, crueles e ignorantes, y los castigó en la memoria colectiva de argentinas y argentinos por su oposición a los “civilizados”, en la disyuntiva planteada por Sarmiento. Pero lo cierto fue que su barbarie no sería mayor que la de sus enemigos. En algunos casos serían insólitamente humanitarios en tiempos despiadados, como al haber conservado la vida de su principal enemigo, el jefe de la Liga Unitaria, José María Paz, luego de caer prisionero de Estanislao López, quien lo envió a Buenos Aires para que Rosas decidiera sobre su suerte.

(…)

“Los caudillos no fueron ángeles ni diablos. Fueron personalidades capaces de encarnar el signo de su época: la oposición a veces más o menos organizada, habitualmente anárquica, de algunas provincias contra la obsesión porteña de privar a los pueblos del interior de alguna participación en los beneficios del puerto y su aduana. También la de enviar ejércitos que los sometieran, entronizar a príncipes extranjeros, dictar reglamentos y constituciones cuyo objetivo era acerar el privilegio de Buenos Aires y ser indiferentes al perjuicio que el libre comercio y la introducción sin recargos de mercadería industrializada en países europeos producía en las rústicas economías del interior.

“Se ha criticado a los caudillos por haber sido, según la historia escrita por sus vencedores, partidarios del atraso. Es que para ellos y sus seguidores, el “progreso” estaba inevitablemente asociado a beneficios para Buenos Aires y postergación para las provincias. En cifras, este panorama demográfico era el siguiente: en 1819, la provincia de Buenos Aires tenía 125.000 habitantes, Córdoba 75.000, Santiago 60.000 y Salta 50.000. Pero donde la desproporción se tornaba evidente era en materia económica: en 1824, los ingresos fiscales de Buenos Aires fueron de $ 2.596.000, de los cuales provenían de la aduana $ 2.033.000. En cambio, Córdoba, la segunda provincia argentina, tenía ese mismo año ingresos por $ 70.200, de los cuales su aduana proveía $ 33.438. Para San Juan, las cifras eran de $ 20.000 y $ 3.800, respectivamente, y Tucumán recaudaba $ 22.115, que sólo cubrían el 66% de sus gastos.

(…)

“No han cambiado demasiado las cosas desde entonces, y en los días que corren el conflicto entre los intereses centralistas y los provinciales están dramáticamente a la vista”.



La nueva oligarquía, la tan maldecida oligarquía la constituye hoy día el séquito de estafadores y delincuentes liberales-marxistas que gobiernan, cuyos personeros han adquirido, tal vez en unos pocos años, cientos de hectáreas, decenas de propiedades y un muy laborioso sistema de testaferros para no ser señalados por el pueblo argentino como corruptos de primer nivel.


Si hasta los ex “jóvenes idealistas” han virado a una postura elitista y ruin, unitaria y centralizada, donde se vive de lo que produce el interior de la Patria, donde unos pocos bolsillos acumulan el esfuerzo de los argentinos de tierra adentro. No señores, ustedes ya no son representantes de nadie…o si, son los nuevos, los actuales representantes de los enemigos de la argentinidad que ayer se denominaban unitarios.

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