domingo, 17 de octubre de 2010

FRANKLIN LUCERO: UNA VERSION CASTRENSE DEL 17 DE OCTUBRE DE 1945

Imagen de otros tiempos: un tranvía repleto de descamisados peronistas se dirige a Plaza de Mayo, el 17 de octubre de 1945. Allí estuvo, como decía el preclaro Raúl Scalabrini Ortiz, "el subsuelo de la patria sublevado".

El olvidado libro “El Precio de la Lealtad”, escrito por quien fuera Ministro de Guerra de Perón, hablamos del general Franklin Lucero, nos da una versión militar de lo ocurrido el 17 de octubre de 1945, día en que se gestaba una nueva forma de hacer política en la Argentina.

La visión castrense del suceso casi no fue tratada por la historiografía nacional, por eso es que ante un nuevo aniversario de tan importante fecha, exponemos lo que en su momento dejó sentado para la posteridad Lucero, un militar argentino y un político peronista que hoy, por desgracia, no tiene un lugar privilegiado en los libros de historia, como tampoco en el ideario de quienes alegan ser “peronistas de la primera hora”. Un testimonio trascendente de esta personalidad que vivió ese tiempo de cambios profundos para la nación:

“REVOLUCION POPULAR DEL 17 DE OCTUBRE DE 1945

Entre el 10 y el 17 de octubre de 1945, la Capital Federal y las más importantes ciudades de la República, se poblaron de rumores alarmantes, hasta el extremo de que resultaba muy difícil conocer lo que ocurría en los círculos del gobierno y en el movimiento obrero. Al despedirse el Coronel Perón del personal de la Secretaría de Trabajo y Previsión, los obreros realizaron una gran concentración que se caracterizó por un entusiasmo sin precedentes. En esta oportunidad proclamaron delirantemente la candidatura del Coronel Perón a Presidente de la República y pronosticaron su triunfo por más de un millón de votos. Cuando supieron que el Mayor D’Andrea con varios funcionarios de la Policía Federal había embarcado al Coronel Perón en la cañonera “Independencia” con destino a la isla Martín García, se enardecieron los ánimos y prácticamente tomaron la calle con las más variadas consecuencias”.


El Mayor D’Andrea, que nombra Franklin Lucero en su obra, luego del golpe de Estado producido en septiembre de 1955 contra Perón, fue ascendido al grado de General.

Sigue narrando Lucero: “La Plaza San Martín continuaba siendo el mejor acantonamiento de los grupos reaccionarios. En el Círculo Militar se repitieron las reuniones de jefes y oficiales con algunos dirigentes políticos. Desde allí una comisión integrada por los generales Orlando Peluffo, Alberto Guglielmone, A. Quiroga, Contraalmirante Leonardo Mac Lean, A. Clarizzo, J. Smith y los doctores Horacio Rivarola, Alfredo Palacios [socialista masón], Saavedra Lamas [Premio Nobel de la Paz argentino] e Ingeniero Allende Posse, llevaron concretas propuestas al Presidente de la Nación. Solicitaron el cambio total del gabinete y el procesamiento del Coronel Perón. Todo parecía encauzarse para ellos muy bien. El 13 de octubre desde los balcones del Círculo Militar el Contraalmirante Vernengo Lima trasmitió al conglomerado reaccionario-oligárquico de la Plaza San Martín, los resultados de las gestiones realizadas por la expresada comisión”.

Dice quien fuera Ministro de Guerra del teniente general Perón que ese mismo 13 de octubre de 1945, el doctor Alejandro Lastra leía una proclama a nombre de la Junta de Coordinación de la Democracia, la cual estaba conformada por las siguientes fuerzas políticas: UCR (Unión Cívica Radical), Partido Demócrata Nacional, PS (Partido Socialista), Partido Demócrata Progresista, Partido Radical Antipersonalista, PC (Partido Comunista) y la Federación Universitaria Argentina. El general Frnaklin Lucero refiere que la Junta de Coordinación de la Democracia era “de corte liberal-democrático que conformaba ampliamente las ambiciones del conglomerado referido”, es decir, de la comisión de generales y doctores nombrada con anterioridad.

“Con la designación del Vicealmirante Vernengo Lima en el Ministerio de Marina y las declaraciones del General Ávalos, Ministro de Guerra, y la convocatoria a elecciones para el mes de abril [de 1946], las fuerzas de la reacción se refirmaron en la creencia de que se había consolidado el triunfo de la insurrección del 9 de octubre y asegurado la futura Presidencia de la República, real motivo de esta insurrección y no las que esgrimió el grupo de jefes de Campo de Mayo.

El General Ávalos había manifestado que se negaba a ocupar cualquier cargo en el gobierno y que prefería mantenerse con sus soldados en Campo de Mayo vigilando desde allí el fiel cumplimiento de los postulados de la revolución, sin inmiscuirse en la política, ni directa ni indirectamente. Estas desinteresadas y magníficas declaraciones castrenses causaron a los viejos políticos y grupos reaccionarios gran regocijo y terminaron por creer que el cuartelazo de Campo de Mayo, les había brindado un rotundo buen éxito.

Confiaron demasiado, a mi entender, en las declaraciones castrenses del General Ávalos, y no valoraron en su justa medida la decisión del pueblo trabajador, de jugarse la vida por quien les dio conciencia de sus justas reivindicaciones.

Tan es así, que desde el 15 de octubre se notaba una vigorosa reacción de las masas trabajadoras, y la traslación de numerosos núcleos del interior a la metrópoli. El 16 de octubre prácticamente se movilizaron los trabajadores de todo el país: las estaciones terminales de los ferrocarriles y muy especialmente Retiro, quedaron en sus manos; el pueblo del Gran Buenos Aires inició la marcha sobre la Capital Federal, y a pesar de que los puentes del Riachuelo se levantaron para obstaculizar el avance, mucha gente franqueó a nado y por otros medios el río, llenos de entusiasmo. En la noche del 16 de octubre, empezaron a llegar los primeros núcleos a la Plaza de Mayo, que aumentaron de minuto en minuto.

El Ejército y la Policía comprendieron los sentimientos del pueblo y en nada obstaculizaron el libre ejercicio de su voluntad soberana tendiente a reponer a su líder”.


JORNADA DEL 17 DE OCTUBRE

Franklin Lucero ahora detalla pormenores del histórico día en que emergió la figura del conductor Juan Domingo Perón en la máxima escena política nacional: “A mediodía del 17 de octubre, la masa congregada en la Plaza de Mayo, era impresionante, más de 200.000 personas, hombres y mujeres, desbordantes de entusiasmo vitoreaban y exigían la libertad de Perón.

Las puertas de la Casa de Gobierno se habían cerrado y el pueblo amenazaba con incendiarlas.

El gobierno deliberaba continuamente; los jefes de la guarnición y de Policía dispusieron medidas intrascendentes; los comunicados del gobierno enardecieron más al pueblo, principalmente cuando se amenazaba con ametrallarlo. Y fue en tales circunstancias cuando más se resistía a abandonar los lugares que había conquistado.

Verdaderos patriotas anónimos auxiliaban a las grandes concentraciones populares con combustibles, cigarrillos, alimentos, etc., etc., sobre todo, a los que permanecían sin probar bocado alguno desde el día anterior.

A la entrada de la noche del 17 de octubre, justamente a los ocho días de las proféticas palabras que le oí pronunciar al Coronel Perón cuando lo visité en su domicilio de la calle Posadas a raíz de su renuncia, hombres y mujeres del verdadero pueblo trabajador, constituidos en legiones, pletóricas de entusiasmo, y posesionados de inquebrantable fe, continuaban volcándose en la histórica Plaza de Mayo, colmándola por completo. Un único clamor partía de sus nobles corazones: “¡La vida por Perón…!”. A esta misma hora, otros compactos grupos recorrían pacíficamente la ciudad, reclamando fervorosamente su libertad (…)”.


Más adelante, Franklin Lucero hace referencia a que él estuvo aquella tarde-noche rodeando el Hospital Militar Central, lugar al que habían trasladado a Juan Perón por tener la salud algo quebrantada. Allí “lo rodeamos –dice Lucero- sus amigos de las buenas y malas horas, los que siempre hemos comprendido el significado del honor y el alcance de su patriótica visión”. La muchedumbre “ocupó todos los espacios libres frente a su alojamiento y no cesó de reclamar su libertad y en cantar alegres canciones.

Por fin, en la noche del 17 de octubre, cuando era inminente la paralización de los servicios públicos, el gobierno cedió y Perón es invitado por el General Farrell a concurrir a la Presidencia de la Nación.

En la Casa de Gobierno, el General Farrell recibió muy afectuosamente al Coronel Perón, y ante el convencimiento que tenían todas las autoridades del gobierno y nosotros mismos, de que el pueblo sólo cesaría en su empeño si oía la voz de Perón, el General Farrell, previo algunos planteos, lo acompañó a uno de los balcones de la Casa de Gobierno, siendo recibido con estruendosas manifestaciones de júbilo por la multitud que ocupaba la Plaza de Mayo. Recuerdo que nos impresionaron profundamente las delirantes ovaciones que le tributó el pueblo en aquella histórica concentración.

El Coronel Perón pronunció una de las más inspiradas y patrióticas arengas que le he escuchado, y exhortó al pueblo a desconcentrarse con tranquilidad y a que regresaran a sus hogares sin producir daño alguno a los bienes de la ciudad ni a los de la oposición, asegurándoles que había recuperado la libertad y que las demandas del pueblo serían escuchadas. Su regreso al despacho oficial de la Presidencia de la Nación, se hizo en medio de ruidosas ovaciones”.

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