lunes, 12 de diciembre de 2011

ENRIQUE OSES: PALABRAS DE ALIENTO A JUAN QUERALTO Y CONCEPTOS POLITICOS VARIOS, EN 1941

Enrique P. Osés, dirigente nacionalista incomprendido en su época, pero cuyos escritos tienen, a la luz de la involución padecida por la patria, una actualidad sorprendente.


Rescatado de su famoso Medios y Fines del Nacionalismo (1941), Enrique Pedro Osés -gran olvidado por la historia y aún por el propio movimiento nacionalista- redacta una crónica en la que sale a apoyar al dirigente Juan Queraltó y a la organización que éste mandaba, la famosa Alianza Libertadora Nacionalista.

Puede que se trate, por la rareza de ver los esfuerzos aunados de estas dos personalidades de la lucha por el ser nacional, de un documento poco estudiado o dado a conocer. Porque, seamos claros, siempre se pide o clama por la unidad del movimiento nacionalista argentino, lo que raras veces se cumple. No obstante, antes del advenimiento del Nacional Peronismo, hubo, sin embargo, algunas buenas intenciones que, como la que pasamos a demostrar, permitieron ver recorrer por la misma senda a caballeros como don Enrique Pedro Osés y Juan Queraltó. El intelectual y el hombre de acción, ni más ni menos.

En el texto que sigue, pues, Enrique Osés delinea varios otros aspectos, como ser el continentalismo -etapa previa para la globalización acuciante de nuestros días- y la tarea siempre difícil de proclamarse argentino de ley. En otro posteo, repasaremos la cosmovisión de Osés sobre la política nacional, la cual, seguramente, motivará algunas antipatías o enojos por tratar con dureza a Hipólito Yrigoyen. :

"ARGENTINOS, NO "CIUDADANOS DE AMERICA"

Esta mañana, Queraltó, al visitarme, dióme cuenta de que el Ministerio del Interior había prohibido la concentración de la Alianza (Libertadora Nacionalista) en la Plaza de Mayo, el día de nuestra máxima efemérides patria. Casi le brotaban lágrimas de los ojos a este muchacho. Lágrimas de rabia y -¿por qué no?- lágrimas de impotencia. Los pretextos de la prohibición no los conozco ni me importa conocerlos. Los tenemos de sobra sabidos. "No hay policía para guardar el orden"; "se puede tomar el acto como una provocación"; "no tiene personería jurídica la Alianza", etc., etc. Macanas. En tanto, los comunistas pueden reunirse para "rendir homenaje a Moreno", el mismo día. Y los cipayos del radicalismo, y del socialismo, y de la Concordancia -¡lindo cocktail!- pueden reunirse en Cabildo Abierto, elevar ponencias al Ejecutivo, "desagraviar" a San Martín y enlodar el recuerdo de esa fecha con una parodia que, esa sí, debió ser prohibida porque no hay derecho a usar el banderín de Mayo para lamerle los pies a Mr. Delano Roosevelt, ni para arrojar más leña a la hoguera belicista del mundo. Ahí está "Crítica", exponente máximo de la entrega, creando el "Día del Americano" y la "escarapela continental", para hacer ambiente a la misma política de "buena vecindad" yanqui. Ahí están "La Nación" y "La Prensa", pretendiendo lo mismo, en sendos editoriales. Nosotros -según ellos-, ya no somos argentinos. Somos "ciudadanos de las tres Américas". Nosotros ya no podemos ser patriotas, es decir, querer a nuestra patria, única y exclusivamente, sobre todas las cosas terrenales: somos "ciudadanos de las tres Américas". Nosotros ya debemos olvidarnos de que formamos un rancho aparte en el Continente. No. Somos americanos y "nada nos separa y todo nos une" con la nación de Monroe y de Roosevelt. Y así vamos a un desbarranco total, sin vuelta de hoja. A confundirnos en una heterogénea mezcolanza con "todas las naciones del continente"; a perder nuestra "individualidad", nuestra "personalidad", nuestra "soberanía", en aras de un continentalismo que es, sin más ni más, la entrega nuestra al más poderoso. ¡Y esto, en nombre de la defensa ante una probable agresión extraña! ¡Pero si para nosotros, argentinos, tan nos son extraños, absolutamente, los Estados Unidos de Norte América, como Tombouctú!...

Todavía, afortunadamente, no hemos perdido los argentinos nuestra capacidad de indignación. Por eso digo que no es posible tolerar más el intento de la prensa colonial, de las instituciones cipayas -todo ello favorecido y acicateado por el Régimen- de enrolarnos a la política de Uncle Sam. No se puede leer sin furor, por ejemplo, el editorial de "La Nación" de ayer, a propósito de la inauguración de la estatua de San Martín en Bogotá: "reviste un alto sentido simbólico la tendencia, hoy tan notable, a suprimir los límites de las glorias nacionales..." "Esa abolición de todo localismo y preocupación hogareña...revela, desde luego, la madurez de una verdadera conciencia continental, que ha llegado a prevalecer sobre el espíritu particularista y hasta cierto punto estrecho, de otras épocas". Es decir, en menos alambicadas perífrasis: el espíritu localista y estrecho de otras épocas, era el patriotismo, vivo, candente, de la naciente argentinidad. Era el respeto y la veneración por las glorias "locales"; era poner a San Martín, como el arquetipo de la nacionalidad. Y aún admitiendo que la epopeya libertadora extendióse a otros pueblos de América -cuyos héroes "nacionales" también la hicieron por su cuenta-, ¿qué tiene que ver todo esto con la "continentalidad" americana adosada geográfica, política, racial, cultural, religiosamente, con Norte América? Nada. Absolutamente nada. La independencia norteamericana es sajona y protestante; la nuestra es católica e hispánica. La nuestra es espiritual y aquélla comercial. Nosotros nos desvinculamos de un imperio, y Norte América de otro, totalmente distinto en la raíz, en los medios y en los fines. No hay unidad continental que valga. Y de tal modo es esto cierto que, para darle una sombra de verosimilitud siquiera al pretexto unificador, los servidores de Roosevelt tienen que hablar del "...nexo común de la democracia". Y olvidarse de que el imperialismo democrático de Norte América lleva arrasadas ya las soberanías de toda América Central y de casi toda nuestra América del Sud, o por la fuerza de la conquista o por el dólar; o por la diplomacia o por el petróleo; o por sus soldados armados o por Wall Street.

Se necesita estar ciegos, para no ver a dónde se nos quiere llevar. Todas las creaciones "panamericanistas", no tienen otro propósito que uncirnos al imperialismo yanqui. Yo no entro ahora a establecer si es que Estados Unidos o, mejor dicho, su gobierno pretende arrastrarnos a la guerra en auxilio de Gran Bretaña. Pero sí sostengo que toda la política yanqui de hoy, tiene una perfecta sincronización con la política yanqui de ayer: con la de las anexiones de que hablaba o con las conquistas de que también hablaba. Bases aeronavales, empréstitos, visitas de confraternidad. Congresos, Rotarys Clubs, intercambios culturales, etc., etc., no llevan sino a hacernos entrar en la órbita yanqui. Yo no sé si concluida la guerra actual, tendremos que guardarnos de las potencias totalitarias vencedoras. Es una probabilidad que no podemos descuidar. Pero si todos los argentinos somos patriotas, ¿acaso no debemos guardarnos lo mismo, de esa potencia imperialista que está mucho más cerca, como lo es el país del Norte? ¿Por qué, entonces, quienes nos acusan a nosotros de "totalitarios" por el solo hecho de que somos nacionalistas, se enrolan y pretenden enrolarnos a todos los argentinos, en la política económica y bélica, de otra potencia, tan extranjera respecto de nosotros, como Estados Unidos? ¿Cuál es el primer deber de un Estado soberano, sino reunir a sus súbditos, en defensa de la Nación? ¿Cómo es admisible que un Estado permita dentro de las fronteras nacionales, en todos los planos -ideológico, cultural, político, económico, espiritual- el que unas entidades como Acción Argentina, y una prensa como toda la prensa colonial, y ministros, y funcionarios públicos, y maestros, y "tutti quanti", en vez de fortalecer el sentimiento argentino, el sentimiento orgulloso, cerrado, viril, patriótico, "localista", "estrecho" -como dice "La Nación"-, exalte un "sentimiento continental" que no tiene otro sentido que el de diluir, en el orden individual, lo argentino; y en el orden colectivo, la nacionalidad argentina?

Esta es otra de las tremendas inmoralidades del régimen actual, de que hablábamos ayer. Los que queremos a nuestra Patria, una, grande, indivisible, rectora, para nosotros, para nuestros hijos, para nuestra posteridad, somos "totalitarios", no podemos reunirnos, no podemos proclamar la verdad argentina, somos "servidores" de una potencia extranjera, quintas columnas y traidores. (¡Malditos sean!) Los otros, los que proclaman su adhesión incondicional a Gran Bretaña, los que se enorgullecen de usar casimir inglés en sus trajes (*), los que juran por Roosevelt, los que intentan y lo dicen, salir a pelear al problemático costado de Estados Unidos, por la democracia inglesa, esos son "ciudadanos de América" y pueden celebrar un Cabildo Abierto, y tienen, en fin, todo el Régimen a su disposición.

No importa. Esta es época de confusión y de derrumbe. Y seguramente deben acaecer más terribles hechos, antes de que tengan lugar nuestros hechos. En estos días de Mayo fortalezcamos los nacionalistas el vínculo que nos une. Seamos, procuremos serlo, más argentinos que nunca, más cerradamente, más sectariamente, más fieramente argentinos que nunca. Hagamos de nuestra argentinidad una ciudadela inexpugnable. Y tengamos esta convicción. Nada podrán todos los "ciudadanos de las tres Américas" que recluten "Argentine Action", "Crítica" y el Régimen, contra un puñado de cien argentinos."

(*) El texto de Enrique Pedro Osés da en la tecla, anticipándose, por mucho, a una vil "moda" (hecha con fines culturales pedagógicos bien definidos, mejor dicho) que se da justamente a 30 años de la Gesta de Malvinas, y nos referimos al uso de remeras con la bandera imperialista de Gran Bretaña. Malos argentinos le hacen publicidad permanente vistiendo los colores de nuestro enemigo histórico por antonomasia. Osés descifra este aspecto sutil de colonialismo al afirmar, como en el texto, que ya en los primeros años 40 del siglo XX había gente que usaba "casimir inglés", copiando una moda extraña, europeizante, acaso protestante, siempre en detrimento de las por entonces ya abandonadas pilchas gauchas.

lunes, 31 de octubre de 2011

ACTIVIDADES NACIONALISTAS (MES DE NOVIEMBRE)

MARTES 1° DE NOVIEMBRE, a las 18 horas, en la C.G.T. (Azopardo 802, Buenos Aires): Disertación del Dr. Alberto González Arzac, "Juan Manuel de Rosas: Héroe Nacional o Tirano Sangriento". Se proyectará, además, un documental sobre el Restaurador de las Leyes, en homenaje al Día de la Soberanía. Entrada Libre y Gratuita.


VIERNES 4 DE NOVIEMBRE, a las 18:30 horas, disertación del Sr. Ignacio Pérez Borgarelli, "Luis Alberto de Herrera y su actuación en Hispanoamérica". En el Salón Oval del Instituto Nacional de Invstigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas", calle Montevideo 641, Buenos Aires. Entrada Libre y Gratuita.


VIERNES 11 DE NOVIEMBRE, a las 18:30 horas, Jornada de Cine-Debate de Jóvenes Revisionistas. En el Mes de la Tradición proyectaremos "Martín Fierro, el Ave Solitaria". En la Sala de Conferencias del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas "Juan Manuel de Rosas", calle Montevideo 641, Buenos Aires. Entrada Libre y Gratuita.

lunes, 30 de mayo de 2011

MARCHA POR LA SEGURIDAD, CONTRA LAS VIOLACIONES - COMUNA 13


Identikit del violador que abusó sexualmente a una menor de 14 años de edad, el 27 de mayo último, en la zona de Belgrano R.


Este viernes 3 de Junio se realizará una Marcha por la Seguridad y en contra de las violaciones que desde hace meses tienen en vilo a los vecinos de la Comuna 13 (Núñez, Belgrano y Colegiales).

En esta oportunidad, vecinos autoconvocados de dicha Comuna, se juntarán en la intersección de la Avenida Juramento y Cramer, a las 18:30 horas, en repudio de estos parásitos sociales y de la desatención de las autoridades gubernamentales de la Ciudad de Buenos Aires que no hacen algo al respecto.


¡BASTA DE VIOLACIONES! ¡SÍ AL BANCO DE DATOS GENETICOS!

Convocan: Vecinos Autoconvocados de la Comuna 13, MID (Comuna 13) y Agrupación Juan Perón Capital, Federico Addisi.

jueves, 28 de abril de 2011

LOS TIGRES CAPIANGOS, UNA LEYENDA QUIROGUISTA

'Tigre capiango' o yaguareté abá.


Muy difundida en el interior de nuestro país, es la leyenda de los ‘tigres capiangos’ o yaguareté-abá, cuya característica más sobresaliente consistía en la conversión de esas alimañas en formas humanas que mantenían intactas todas las destrezas e instintos salvajes.

La historia patria ha rescatado esta creencia, ubicándola en las primeras décadas del siglo XIX, más precisamente entre los hombres que formaban la tropa gaucha e india del caudillo federal Juan Facundo Quiroga. Su fervoroso enemigo, el general José María Paz, dejó algunas líneas en sus famosas “Memorias” sobre la posible existencia de los ‘tigres capiangos’ de Facundo. Es un testimonio más que interesante, referido a una temática que mezcla lo tradicional y supersticioso con la variable histórica:

“Conversando un día con un paisano de la campaña y queriendo disuadirlo de su error, me dijo:

-Señor, piense usted lo que quiera; pero la experiencia nos enseña que el señor Quiroga es invencible en la guerra, en el juego –y bajando la voz añadió- y en el amor. Así es como no hay ejemplo de batalla que no haya ganado; partida que haya perdido –y volviendo a bajar la voz-, ni mujer que haya solicitado que no haya vencido.

Como era consiguiente, me eché a reír con muy buenas ganas, pero el paisano, ni perdió su serenidad ni cedió un punto de su creencia.

Cuando me preparaba para esperar a Quiroga, antes de La Tablada, ordené al comandante don Camilo Isleño… que trajese un escuadrón a reunirse al ejército, que se hallaba a la sazón en el Ojo de Agua, porque por esa parte amagaba el enemigo. A muy corta distancia, y la noche antes de incorporárseme, se desertaron ciento veinte hombres de él, quedando solamente treinta, con los que se me incorporó al otro día. Cuando le pregunté la causa de su proceder tan extraño, lo atribuyó al miedo de los milicianos a las tropas de Quiroga. Habiéndole dicho que de qué provenía ese miedo, siendo así, que los cordobeses tenían dos brazos y un corazón como los riojanos, balbuceó algunas expresiones cuya explicación quería absolutamente saber. Me contestó que habían hecho concebir a los paisanos que Quiroga traía, entre sus tropas, cuatrocientos capiangos, lo que no podía menos que hacer temblar a aquéllos. Nuevo asombro por mi parte, nuevo embarazo por la suya… Los capiangos, según él o según lo entendían los milicianos, eran unos hombres que tenían la sobrehumana facultad de convertirse, cuando lo querían, en ferocísimos tigres.

-Y ya ve usted –añadía el candoroso comandante- que cuatrocientas fieras lanzadas de noche a un campamento, acabarán con él irremediablemente.”


EL REVISIONISMO Y LOS 'CAPIANGOS'

Esta leyenda de la ferocidad de los paisanos que combatían a la par del “Tigre de los Llanos” seguramente fue divulgada por la errada imagen de “bárbaros” a que fueron expuestos los hombres federales a partir de la diatriba del masón Domingo Faustino Sarmiento, por lo que el revisionismo histórico poco crédito ha dado a esto de los ‘tigres capiangos’ y los hombres del caudillo riojano. Es decir, no lo ha tomado como algo folklórico sino como una mera ofensa que la historiografía liberal empleó para ensuciar la nobleza, el coraje y la imagen de los federales. Viene a colación la impresión que causaban, en los señores de frac y galera, las barbas tupidas y los rasgos enjutos de los caudillos del interior, a quienes tomaban por poco menos que “animales” o seres provenientes, directamente, de los montes y las selvas perdidas. Por eso tampoco, al día de hoy, se puede creer que el “Chacho” Peñaloza tuvo ojos más bien celestes, y que Rosas era un esbelto hombre de cabellos rubios y ojos igualmente celestes, gaucho y estanciero al mismo tiempo.

Pedro de Paoli, estudioso consumado de Juan Facundo Quiroga, nos da una precisa interpretación de lo que para él quería significar eso de que los milicianos del riojano podían llegar a convertirse en ‘tigres capiangos’. En “Facundo”, la mejor obra dedicada al personaje del noroeste, dice:

“Paz dice en sus Memorias que, según un oficial de Quiroga que quedó prisionero en Córdoba, el Moro no se dejó montar el día de la batalla de La Tablada, con lo que quería dar a entender que sería un día aciago para Facundo y que por lo mismo no debía haber dado la batalla. Que Facundo consultaba a su Moro, etc. Todo ello son fábulas de Paz que forman el plan de presentar a Facundo como muy bárbaro. También hace decir Paz a ese oficial prisionero, un sin fin de historias de “copiangos” (sic) y otras cosas por el estilo. Todo ello son invenciones del famoso y hábil general Paz.”

CAMILO ISLEÑO EXISTIO

De todas formas, no hay que restarle crédito a lo escrito por el “manco” Paz en sus memorias, cuando dice que el comandante Camilo Isleño tuvo 120 deserciones entre sus filas por el temor que les infundaban las apariciones, en medio de la lucha, de los ‘tigres capiangos’ de Quiroga.

No sabemos con precisión el año de nacimiento de Camilo Isleño, el cual era oriundo de la provincia de Córdoba, lugar donde dio sus primeros pasos en el camino de las armas al lado del general José María Paz.

En 1829, año en que el “manco” invade dicha provincia para derrocar al general federal Juan Bautista Bustos, Isleño se presenta para luchar del lado de los unitarios al frente de sus milicias. En esta fuerza había alcanzado el título de comandante, a que refiere Paz en sus Memorias.

El capitán de Fragata, Jacinto Yaben, autor de una obra de consulta valiosa (“Biografías Argentinas y Sudamericanas”), escribió en la biografía de Camilo Isleño, sin nombrar directamente a los ‘tigres capiangos’, el episodio en que ocurre la deserción de los 120 soldados suyos antes de La Tablada:

“Incorporado al ejército de Paz muy poco antes de la batalla de La Tablada, se halló en esta acción de guerra (se había reunido a Paz en Ojo de Agua, con 150 milicianos de los que desertaron 120 antes de la batalla por temor a Quiroga). Intervino en las demás operaciones que tuvieron por escenario la provincia de Córdoba bajo el mando del general Paz…”.

Es decir, el episodio fue cierto, real.

Aunque empezó luchando para el bando unitario, Camilo Isleño poco antes de la captura de José María Paz por el gaucho Francisco Zeballos, ya se había pasado a los federales. Pero esta novedad recién tomó notoriedad una vez que su jefe fue boleado el 10 de mayo de 1831 en el paraje El Tío, provincia de Córdoba. Sin embargo, Juan Manuel de Rosas ya estaba enterado de esta conversión desde que recibió una correspondencia del coronel José Nazario Sosa el 10 de febrero de ese año, la cual contenía esta importante noticia.

El 30 de junio de 1833, el comandante Isleño derrotó en el combate de Yacanto al comandante Manuel Arredondo y a otros jefes rebeldes, esto en el marco de una ofensiva tendiente a frenar el alzamiento subversivo de Esteban del Castillo contra el gobierno cordobés de Francisco Reinafé, quien entonces se sabía federal. Éste morirá ahogado en las aguas del río Paraná, tras fugar del campo de honor en Cayastá, hacia 1840. En esos momentos se hallaba en el bando unitario.

Las vueltas de la guerra civil encontraron a Camilo Isleño luchando contra Francisco Reinafé –su ayer protegido- en agosto de 1835, en las desconocidas acciones de Balde de Moreyra. La guardia personal de Reinafé quedó desarmada y capturada por el buen desempeño de Isleño. Hasta donde se sabe, quien en el pasado había visto en carne propia los efectos psicológicos que producía la leyenda de los ‘trigres capiangos’ quiroguistas, por 1841 continuó peleando por la Confederación Argentina, ultimando partidas y jefes del general Juan Galo de Lavalle, otrora oficial sanmartiniano que iba directo a la muerte. Pero esto pertenece a otro relato, a otro episodio de nuestro devenir.


Por Antook Rivero

Bibliografía

- De Paoli, Pedro. “Facundo”, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires, 1973.
- Paz, José María. “Memorias Póstumas. Guerras Civiles”, Tomo II, Ediciones Anaconda, Buenos Aires, 1950.
- Yaben, Jacinto R. “Biografías Argentinas y Sudamericanas”, Tomo III, Editorial Metrópolis, Buenos Aires, 1939.

lunes, 18 de abril de 2011

MANUEL ANTONIO FRESCO, EL GOBERNADOR QUE OLVIDAMOS

Una imágen histórica. De izquierda a derecha, los hombres que aparecen de frente al público son: Roberto Noble (fundador del diario "Clarín"), el gobernador Manuel Fresco y, de bigotes espesos, Carlos Saavedra Lamas (bisnieto del brigadier general Cornelio de Saavedra y Premio Nobel de la Paz argentino).

“La masonería internacional, después de una lucha sorda entre los dirigentes ingleses y norteamericanos, ha resuelto definitivamente, con el propósito de amparar y defender el colosal poderío del capitalismo judío, que sea Norteamérica la verdadera heredera de Inglaterra, no solamente en lo que se refiere al manejo de la política internacional, sino muy especialmente en el dominio del mercado sudamericano y centroamericano, como así también la heredera de sus colonias y de sus enormes capitales colocados en las Américas, para lo cual presta Norteamérica importante ayuda proveyendo de material bélico al Imperio Británico, y víveres mientras no entre en la guerra actual, lo que parece poco probable (…)


También ha sido obra de la masonería, la revolución comunista de Rusia, es decir, la implantación del comunismo en la Rusia de los Zares, pues es un secreto a voces, que los revolucionarios comunistas, contaron con la fuerza de la Gran Estrella de Oriente, que mandó su directiva desde París y fueron cumplidas estrictamente en Moscú…”.


Esta sentencia pertenece a un folleto que se titulaba “Los Misterios de la Masonería”, de Carlos M. Silveyra, Editorial Patria, Buenos Aires (circa 1939/40). Silveyra fue un estrecho colaborador del Gobernador de la Provincia de Buenos Aires don Manuel Antonio Fresco, conservador católico que ejerció ese mandato de 1936 a 1940.


Fresco era un ferviente nacionalista de elite que durante los últimos años de su gobernación fundó un movimiento político llamado Unión Nacional Argentina (UNA-Patria), ineludible organización por la que pasaron muchos de los que luego nutrieron, masivamente, a la Alianza Libertadora Nacionalista de Juan Queraltó (de tendencia nacional-peronista), entidad que venía funcionando desde 1935/36.


El gobernador Manuel Fresco fue un progresista en el mejor sentido de ese léxico. Un benefactor nacido en un pueblo de raigambre federal: Navarro, donde yace el camposanto del coronel Manuel Críspulo Dorrego, espacio físico que dio comienzo a la larga y sangrienta guerra civil entre federales y unitarios.


Esclarecido, Fresco fue uno de los pocos que se animó a cerrar instituciones hebreas de la provincia de Buenos Aires, y quizás el único dirigente que tuvo en su despacho un retrato de Benito Mussolini y otro de Adolfo Hitler, ambos dedicados a su persona.


La mención de Manuel Fresco, que aparece en boca de los que rondan ya las ocho o más décadas, posee un aura de respeto. Era un conservador que solía darse con el pueblo, el cual nunca mancilló su hoy injustamente olvidado nombre, a pesar de haber sido funcionario en plena “Década Infame”.

Una obra con toques "fresquistas": la entrada del cementerio de Azul, provincia de Buenos Aires. Este monumento pertenece a Francisco Salamone, arquitecto que tomó elementos del art-decó y el monumentalismo italiano típido de la Italia fascista. Soberbia obra para los tiempos.


Tan progresista fue su rol al frente de la provincia bonaerense que, en pueblos como Tapalqué o Azul, se habla en pleno siglo XXI de lo que fue la “arquitectura Fresquista”, rama de la arquitectura que, valga la redundancia, fue impulsada por el gobernador Manuel Fresco para el embellecimiento de esos antiguos fortines de frontera, ahora convertidos en prósperos mojones de civilización. ¿En qué consistió la llamada “arquitectura Fresquista”? Fue la puesta en escena de enormes monumentos que daban una maciza impresión (y figuración) del rol protector-paternalista que tenía el Estado para con la población. Seguramente, fue el génesis de una concepción que desde Inglaterra materializó John Maynard Keynes: el Estado de Bienestar, lo que aquí tuvo su cenit con la administración peronista de mediados de los años cuarenta y comienzos de la siguiente, salvando, claro está, las diferencias entre la teorización matriz y la puesta en práctica de Perón.


¿Hubo arquitectos “fresquistas”? Sí, el mayor de ellos fue el siciliano Francisco Salamone, apodado por los criollos como “el Arquitecto de las Pampas”. La huella de este peninsular personaje, cuya escuela vanguardista causa admiración por la osadía de sus estupendos trabajos, puede verse en Saldungaray, Tapalqué, Azul, Guaminí, Laprida, etc., etc.


Manuel Fresco lo llamó a Salamone para que haga obras y de toques distintivos y exóticos a los paisajes camperos de esos pueblos mansos. Hizo decenas de obras, entre plazas, edificios municipales, portales de cementerios, bancos, luminarias y demás construcciones públicas.


Otro constructor definidamente “fresquista” era Bustillo, el hacedor de varias de las obras más importantes de Mar del Plata, como el Casino que bordea sus playas, ícono de la “Perla del Plata”.


Caída en desgracia la administración de Fresco en 1940, también vino el ocaso del arquitecto italiano Francisco Salamone: su nombre fue desdeñado, su obra jamás restaurada y su espacio en la historia reducido a la nada. Hasta la irrupción de Juan Perón, el nombre del ex gobernador también quedó relegado de las habladurías y las crónicas.


Una última nota de color: fue ministro de Gobierno de la administración de Manuel Fresco, el señor Roberto Julio Noble, fundador, en 1945, del actual diario “Clarín”. En los archivos, si se sabe buscar, hay editoriales del creador del periódico en los que habla bien del Fascismo italiano.


En 1946 sobrevino el Movimiento Nacional Justicialista en la escena política nacional, a cuyos principios doctrinarios se alió Manuel Antonio Fresco a través de una postura conservadora independiente. No ejerció ningún cargo público en el peronismo, pues dio una apoyatura periférica.


Farola o luminaria de Salamone, en la plaza central de Azul. Nótese el efecto óptico de las baldosas del lugar, que asemejan estar onduladas. Aquí hay reminiscencias del gobernador bonearense Fresco, impulsor de las obras de Salamone en la pampa argentina.


Al paso de los años, Fresco los enfrentó ejerciendo su profesión de médico. Murió olvidado el 17 de noviembre de 1971 en la provincia de Buenos Aires, como no podía ser de otro modo.

Por Tigre Capiango

jueves, 17 de marzo de 2011

SILENCIO Y MISTERIO EN LA CASA DONDE VIVIO CAMPORA EN SAN ANDRES DE GILES

Héctor J. Cámpora, Eva Duarte y Juan Domingo Perón. Otras épocas, otras lealtades.

El título tiene las aristas suficientes para que sirva de nombre a una película o novela de terror. No hay dudas sobre eso. Pero como no escribimos sobre cosas ni cuestiones dedicadas al género en el cual fue grande Narciso Ibáñez Menta, por decir algo, ese camino queda descartado de antemano.

Un fin de semana de no hace mucho, nos carcomía el malhumor de una tarde de verano sofocante en la ciudad de Buenos Aires, por lo que, casi sin titubear, nos subimos al automóvil, prendimos el aire acondicionado y, con total premura, iniciamos el trayecto hacia algún punto en dirección al oeste. Luján, localidad llena de recuerdos infantiles y de Semanas Santas con la familia, parecía el lugar que iba a saciar nuestra búsqueda de aire fresco y buenos paseos. Sin embargo, no nos quedamos allí, continuando el viaje a la felicidad, o a lo desconocido.

Cercanos a San Antonio de Areco, antes preferimos seguir los carteles que señalaban otro pueblo muy cercano al anterior, y del que pocas referencias teníamos: San Andrés de Giles. ¿Qué había allí? No lo sabíamos. Y allá fuimos.



EL ALMACEN “2 DE MAYO”

Cuando el almanaque está próximo al 10 de noviembre, fecha en que se conmemora el Día de la Tradición, San Antonio de Areco es una fiesta: domas, guitarreadas, carbonadas, fogones, espectáculos y museos atraen a los turistas que, en cuestión de horas, ocupan todas las habitaciones de los hoteles del lugar, razón por la cual aquellos que no logran su cometido de quedarse en Areco, paran en los pueblos cercanos a éste. Como consecuencia de ello, San Andrés de Giles suele estar congestionada (el término es algo exagerado) y con todos sus hospedajes llenos.


Interior del almacén y antigua posta de reseros "2 de Mayo".

Tiene, debemos señalar, lugares magníficos y exactos paisajes como los que atravesó, antes de su ocultamiento en las tolderías amigas, el gaucho Martín Fierro. Abundan las llamadas casas de campo, de puertas altas y personas siempre cordiales, y si uno observa con un poco de precisión, notará que todavía hay calles de tierra, más que nada en los suburbios de San Andrés de Giles.

En un cruce de rutas, con caballos y vacas a la vista, nos detuvimos a hacer una visita comestible en el almacén “2 de Mayo”, vieja posta de reseros que a comienzos del siglo XX servía para pasar la noche antes de continuar rumbo a los mataderos de Buenos Aires (actual Mercado de Liniers del barrio de Mataderos). Su actual propietario se llama Juan García, cuyo padre adquirió el boliche el sábado 1° de mayo de 1944 a un señor de nombre Eleuterio Rodríguez.

El padre de Juan García era español, de allí el nombre que tomó este lugar (“2 de Mayo”) que rememora la fecha del 2 de Mayo de 1808, cuando tuvo lugar una revuelta de ciudadanos españoles en Madrid ante las fuerzas invasoras napoleónicas que deseaban someter a la corona española bajo su imperio. El número de españoles que murieron en el alzamiento fue cercano a las 350 víctimas, sobre un total de 380 sublevados, mientras que del lado francés hubo doscientos muertos. La derrota de los sublevados aumentó la cifra de sus bajas, que crecían merced a los fusilamientos sumarísimos que se sucedían a diario por orden del comandante galo Joaquín Murat.

El almacén “2 de Mayo” fue declarado sitio de interés municipal gracias a que los viejos habitantes de San Andrés de Giles rememoraron, con su relato y sus recuerdos, su importante función para los sufridos hombres que arriaban el ganado hasta la Capital Federal en épocas de accesos malos y carromatos duros, crujientes y pesados.

El sol se esfumaba lentamente por el horizonte, y nosotros continuábamos en este lugar fantástico de la patria gaucha, que tiene, en lo alto de una pared, una placa del año 2003 suscrita por un círculo tradicionalista llamado “El lucero”, y que está adornada con la siguiente leyenda: “HOMENAJE A LOS RESEROS PEREGRINOS DE LA PAMPA Y A ESTA CASA QUE LOS COBIJO EN LOS DESCANSOS”.

Nos fuimos del lugar, ya con el rumor incansable de los grillos y demás insectos de los pastos bonaerenses que acariciaban las paredes externas del lugar con reminiscencias de historia española.



LA MORADA DEL SILENCIO

Las luces del automóvil estaban encendidas, prestas para ayudarnos a salir del suburbio de San Andrés de Giles. Luego de algunas vueltas, dimos con una avenida que tenía por nombre “Dr. Héctor José Cámpora”. Y entonces nos acordamos que allí, en esta localidad bonaerense, había nacido aquel personaje, el odontólogo que había alcanzado el privilegiado status de ser Presidente de la Nación. Y no conformes con ese pensamiento quisimos saber dónde vivía, dónde estaba su hogar. ¿Sería una mansión? ¿Estaría en algún otro sector de los suburbios de San Andrés de Giles? ¿O directamente no encontraríamos nada? Fuimos tras ese objetivo: la casa de Héctor J. Cámpora.



Frente de la casa que habitó Héctor Cámpora, en San Andrés de Giles. Oscuridad, hermetismo y ocaso.

Ni un cartel nos aseguraba si estábamos cerca o lejos de la misma. Algunas gentes tomaban mate en la calle, ajenos a nuestra búsqueda. Cansados de buscar la vivienda del ex presidente, le preguntamos a un señor si sabía dónde quedaba. Con la amabilidad a flor de piel, nos indicó las calles y todo.

Nos conducimos por una calle cuyo nombre ahora no recordamos, pero que no era la principal. Buscamos algunos lujos, algo que nos permita adivinar que “allí vivió un presidente”. La casa con el número 787 de esa calle de nombre desconocido tenía un aspecto sepulcral: las ventanas yacían herméticamente cerradas, y de la puerta principal (la única que tenía el frente) no se veía luz en su interior. Parecía inhabitada, aunque por su aspecto prolijo no lo estaba en realidad.

Como las sombras de esa calle no dejaban ver con nitidez, aparcamos el auto y fuimos a corroborar, de más cerca, si estábamos ante la casa donde había vivido casi toda su vida Héctor José “el tío” Cámpora, un hombre que salió seriamente afectado tras su paso por la política nacional en la década de 1970.

Nos queremos detener en la sensación de abandono de aquella casa, a pesar de que había sido la que habitó una personalidad de nuestra historia contemporánea, aliado incondicional de Juan Domingo Perón, ni más ni menos. No había placas que indicaran que allí había vivido Cámpora, salvo dos chapas, una de las cuales decía: “HECTOR CAMPORA (H) – ABOGADO”. Listo. He allí todo. Nada más. Y debajo de esta chapa de bronce, se ubicaba esta otra: “CARLOS ALBERTO CAMPORA – ABOGADO”.

El final de su vida fue penosísimo. Sufría un cáncer terminal y casi como que no fue noticia su muerte en las postrimerías del año 1980. ¿Fue un político corrupto Cámpora? Al parecer, jamás le pudieron endilgar robo alguno de bienes públicos, ni cuando fue presidente de la Cámara de Diputados de la Nación entre 1948 y 1952, ni cuando ejerció como presidente del país desde el 25 de mayo hasta el 13 de julio de 1973.

La casa de Cámpora no tenía lujos, y sí, en cambio, un extraño matiz de olvido y leyenda. ¿Cuántos sabrán de este sitio? ¿Por qué no apareció nunca más un Cámpora en cargo alguno de la política argentina desde que Héctor José fue desplazado de la primera magistratura el 13 de julio de 1973? Si nos guiamos por los indicadores del frente de su casa, su hijo es abogado y vive por fuera de las mieles que, como hijo de un ex presidente, podría estar disfrutando como quien no quiere la cosa. Jamás apareció el primogénito del “tío” Cámpora reclamando nada en los medios, ni queriéndose costear alguna fama por tener uno de esos apellidos históricos y legendarios –hay que decirlo- del peronismo. ¿Puede ser esto posible? Los hechos así lo han reflejado en estos últimos 38 años.

La sangría de los años 70 del siglo pasado dejó en el camino muchos apellidos que tranquilamente en la actualidad pudieron seguir ligados a la función pública, a los grandes acontecimientos de la política y, por qué no, a los grandes casos de corrupción. No fue el caso de los Cámpora ni de los Carrillo ni de tantos otros peronistas que fueron piezas claves para el movimiento verticalista y orgánico del teniente general Juan Perón.

Sacamos algunas fotos de este lugar lleno de misterios y penumbras, antes de irnos. No recibimos quejas por esto; todo quedó como al comienzo: quieto, sin bullicio ni jarana. Más dudas que certezas, silencios incólumes, leales, inexpugnables.




El desarrollo argentino evidenciado en los años en que gobernaba el teniente general Juan Domingo Perón no ha sido superado en la historia, por eso fuimos, somos y seremos nacional-peronistas por antonomasia los integrantes de la Agrupación Patriótica AURORA. Y la voz y las definiciones de ese hombre, plasmadas en los márgenes de una doctrina cristiana, humanista, simple, práctica y popular, significarán para nosotros las última sentencias válidas, los últimos veredictos acertados de todo lo que se tenga que agregar o decir sobre el Movimiento Nacional Justicialista. Por eso mismo, la actuación del último Cámpora está perfectamente definida por una frase que el propio Perón le manifestó a su amigo, el doctor Carlos Seara, un día de 1974:

“Mire doctor, mire lo que es la vida. Yo no vine aquí a ser presidente, vine a residir en la Argentina, ser figura de consulta, vivir tranquilo, ser referente y ocuparme de la macropolítica, y que Cámpora gobernara. Ahí seguí el consejo de Evita, que siempre me decía que Cámpora era la persona más leal que teníamos. Pero fíjese lo que pasó, Cámpora se dejó copar por los zurdos. Así que yo, que no vine a ser presidente, ahora tengo que hacerme cargo de este quilombo”.

Salimos de San Andrés de Giles en medio la nocturnidad más cerrada, dejando atrás sus casas de campo, sus aromas a flores silvestres… y los espíritus fantasmales que abonan la leyenda del doctor Héctor José Cámpora y su familia, actores ausentes de las últimas cuatro décadas de vida política argentina.

domingo, 27 de febrero de 2011

¿EVOLUCION O INVOLUCION?


Triste sería descubrir, que tras miles de años de existencia, el hombre aún sigue cometiendo el mismo pecado original que nuestros primeros padres. Y esto a pesar del bautismo, que vendría a limpiar nuestra alma de aquel pecado que acarreamos por el simple hecho de ser hombres. “El pecado original fue un pecado de soberbia. El pecado de Adán y Eva es un pecado muy frecuente hoy día. Hombres y mujeres autosuficientes, independientes, rebeldes a toda norma, orden o mandato, aunque venga del Papa. Para ellos sólo vale lo que ellos opinan, y lo que ellos quieren. No se someten a nadie. Quieren ser como dioses. Ése fue el pecado de Adán y Eva”.

Es que resulta evidente que la humanidad ha evolucionado (tanto en lo que hace al paso del tiempo; como a los adelantos en la ciencia, tecnología, comunicación, etc) desde aquellas edades primitivas de la historia hasta la actual civilización postmoderna. Sin embargo, con una simple mirada al hombre –como sujeto de la historia y fundamento de la civilización – estos avances en materia científica no se traducen en un adelanto en lo que hace a lo espiritual, en tanto la persona esta constituida por cuerpo y alma. Más por el contrario, podemos afirmar que a la evolución material corresponde simétricamente una involución en materia axiológica.

Sobre el particular afirma el Padre Sáenz, “En el Renacimiento, el hombre comenzó el proceso de su autoexaltación. El florecimiento de lo humano no era posible sino en el grado en que el hombre tenía conciencia, en lo más profundo de su ser, de su verdadero lugar en el cosmos, conciencia de que por encima de él había instancias superiores. Su perfeccionamiento humano sólo resultaba factible mientras se mantuviese ligado a las raíces divinas”. En la misma línea Jaques Maritain sostiene en su obra “Los Tres Reformadores”, que sucesivos jalones de la modernidad (se trataba de La Reforma; La Revolución Francesa; el racionalismo) fueron alejando al hombre de Dios para convertirlo a él mismo en amo del mundo a través de la glorificación de la razón. Y este proceso tuvo sus máximos exponentes –continúa el teólogo francés- en Lutero, Rousseau y Descartes.

Complementariamente, aporta el citado Padre Sáenz que: “Dos hombres dominan el pensamiento de los tiempos modernos, Nietzsche y Marx, que ilustran con genial acuidad las dos formas concretas de la autonegación y autodestrucción del humanismo. En Nietzsche, el humanismo abdica de sí mismo y se desmorona bajo la forma individualista; en Marx, bajo la forma colectivista. Ambas formas han sido engendradas por una sola y misma causa: la sustracción del hombre a las raíces trascendentes y divinas de la vida”.

A todas estas etapas de un mismo proceso (de secularización) y sus protagonistas, agregamos nosotros el importante y clave rol que juega Gramsci, como impulsor de la inmanencia y estratega de la subversión de los valores y cambios en el sentido común a través de la cultura.

Pero retomando el análisis, el pensador ruso Berdiaiv sostenía “A fuerza de atribuir suficiencia al conocimiento no sólo para autodefinirse y autoafirmarse, sino también para develar la totalidad de los problemas, llega el hombre a la negación y a la autodestrucción de su propia capacidad de inteligir. Perdido su centro espiritual y negado el origen trascendente de su inteligencia, reflejo del Logos divino, el hombre se pierde a sí mismo y renuncia a su capacidad de entender”.

Este breve ensayo nos deja una serie de interrogantes que cada quien responderá de diferente manera (otro signo más del relativismo que caracteriza la modernidad).

¿Acaso son incompatibles la razón con la fe? ¿La humanidad ha sustituido a Dios por la razón? ¿Puede el hombre vivir sin Dios? Y finalmente…¿es posible una restauración a los valores trascendentales que logren re-ligar al hombre con su Creador?


FEDERICO GASTON ADDISI
(Candidato a Jefe de Comuna 13, Ciudad de Buenos Aires, Peronismo Federal)

martes, 8 de febrero de 2011

GACETILLA DE PRENSA - FEDERICO GASTON ADDISI (CANDIDATO COMUNA 13, ORP - PJ FEDERAL)

Federico Gastón Addisi. Compañero de la Mesa de la Conducción de la ORP (Organización Resistencia Peronista), candidato a Jefe de Comuna 13 por el Peronismo Federal en 2011. Peronista doctrinario.


"Bs. As, 4 de febrero de 2011.

Como es de dominio público, en la ciudad de Rosario se está llevando a cabo la exposición de las obras del artista León Ferrari. En esta oportunidad, tengo el desagrado -aunque no la sorpresa- de ver que en uno de sus trabajos, llamado "Jaula con Aves", está compuesta por una jaula adornada con flores sintéticas y dentro hay aves vivas que dejan sus excrementos sobre reproducciones de obras que aluden al Juicio Final, de grandes maestros del arte. Una vez más, este señor, que más que un artista es un provocador profesional, le falta el respeto a la mayoría del pueblo argentino que profesa la religión católica, y como si no le bastara, utiliza animales vivos para terminar armando un montoje, que le permita publicitar mejor su ofensiva obra.

En consecuencia, como dirigente del PJ Federal y como católico practicante, quiero expresar mi más enérgico repudio a esta nueva afrenta y solicito a las autoridades que correspondan que tomen las medidas que estimen pertinentes".



FEDERICO GASTON ADDISI
(Candidato por la Comuna 13 de la CABA del Peronismo Federal)

jueves, 3 de febrero de 2011

SOLDADO FRANCISCO ZEBALLOS, EL GAUCHO CAPTOR DEL GENERAL PAZ

Famosa pintura que muestra el momento en que es atrapado el general José María Paz, en la provincia de Córdoba. La imagen tiene un realismo magistral, que va desde la resignada actitud del unitario capturado, el caballo enredado y furioso por el tiro de bolas del gaucho Zeballos, el cuerpo inerte del teniente Arana y por la caballería federal que lo apunta a Paz con sus armas y sables de forma amenazante.

Muy difícil resulta encontrar datos biográficos precisos sobre los soldados gauchos federales que se batieron contra las fuerzas unitarias en el siglo XIX. Ellos fueron los que pusieron el pecho a las balas, los primeros en padecer el rigor de la derrota y los últimos en tener el reconocimiento del triunfo, solamente reservado a los jefes u oficiales que los mandaban.

Apenas el relato romántico y licencioso los ha salvado de la sombra póstuma, pero el mismo les ha quitado cierta veracidad. ¿Por qué habría de sostenerse que Juan Bautista Cabral fue “sargento” cuando en verdad era un simple soldado moreno que se jugó por su jefe, el general José de San Martín, en la batalla de San Lorenzo en 1813? ¿Quién se acuerda del gaucho miliciano Lorenzo López que salvó la vida de Juan Martín de Pueyrredón cuando las Invasiones Inglesas, en la batalla de Perdriel? ¿Y de los que niegan la existencia real del negro “Falucho”, al que quieren hacer pasar como un personaje mítico en el relato de los combates patrios? Parece una verdad de Perogrullo: el soldado fue solamente ‘carne de cañón’…y nada más.

En la época de Rosas, y hay que decirlo, muy pocos milicianos y soldados fueron considerados por sus superiores y por lo que han hecho. Francisco Zeballos, el captor del general unitario José María Paz fue, por esta extraordinaria acción, uno de ellos. Sin embargo, no hay certezas sobre su fecha de nacimiento, ni en qué momento decidió tomar el camino de las armas, como tampoco se sabe nada acerca de su familia o de su lugar de origen.

El tiro de boleadoras que le propinó a Paz el 10 de mayo de 1831, en el paraje El Tío, provincia de Córdoba, es la única referencia que encontramos de este gaucho que modificó, con un acto campestre y criollísimo, buena parte de los acontecimientos políticos de la primera mitad del siglo XIX. Mereció la prisión del “manco” Paz el festejo en la ciudad de Buenos Aires, metrópoli que, teñida de color punzó, hizo numerosas y vivas demostraciones de fervor y alegría. Tanto fue así que, en la Catedral metropolitana, en la misa celebrada el 3 de febrero de 1832, algunos hombres porteños comenzaron a lucir el cintillo federal en sus pechos, dando el fundamento necesario para que Juan Manuel de Rosas, ese mismo día, firme un decreto obligando su uso en pos de la causa del orden y el patriotismo.

EL RELATO DE LA CAPTURA

Francisco Zeballos se había incorporado como soldado en el ejército santafecino del brigadier general Estanislao López, federal y amigo del general Rosas, revistando en un Escuadrón que estaba bajo las órdenes del capitán Esteban Acosta, hombre este de la División del comandante Reynafé.

Durante el año 1831, Zeballos fue parte de la avanzada de los ejércitos federales que se adentraron en la provincia de Córdoba para expulsar y, en lo posible, darle muerte al general José María Paz. Nunca imaginó que podía llegar a ser el protagonista de su captura en mayo de ese mismo año, y menos todavía en circunstancias tan sorpresivas e inimaginables. En sus Memorias, Paz se refiere al momento en que su caballo fue boleado, antes de ser tomado prisionero:

“El ordenanza que mandé no volvió, y la causa fue que, habiendo dado con los enemigos, fue perseguido por éstos y escapó, pero tomando otra dirección, de modo que nada supe. Mientras tanto seguía yo la senda, y viendo la tardanza del ordenanza y del oficial que había mandado buscar, e impaciente, por otra parte, porque se aproximaba la noche y se me escapaba un golpe seguro a los enemigos, mandé al oficial que iba conmigo, que era el teniente Arana, con el mismo mensaje que había llevado mi ordenanza, pero recuerdo que se lo encarecí más, y le recomendé la precaución. Se adelantó Arana y yo continué tras él mi camino; ya estábamos a la salida del bosque; ya los tiros estaban sobre mí; ya por bajo la copa de los últimos arbolillos distinguía a muy corta distancia los caballos, sin percibir aún los jinetes; ya, al fin, los descubrí del todo, sin imaginar siquiera que fuesen enemigos y dirigiéndome siempre a ellos.

En este estado, vi al teniente Arana que lo rodeaban muchos hombres, a quienes decía a voces: allí está el general Paz, aquél es el general Paz, señalándome con la mano; lo que robustecía la persuasión en que estaba de que aquella tropa era mía. Sin embargo, vi en aquellos momentos una acción que me hizo sospechar lo contrario, y fue que vi levantados, sobre la cabeza de Arana, uno o dos sables, en acto de amenaza. Mil ideas confusas se agolparon en mi imaginación; ya se me ocurrió que podían haber desconocido los nuestros; ya que podía ser un juego o chanza, común entre militares; pero vinieron en fin, a dar vigor a mis primeras sospechas, las persuasiones del paisano que me servía de guía, para que huyese, porque creía firmemente que eran enemigos. Entretanto, ya se dirigía a mí aquella turba, y casi me tocaba, cuando, dudoso aún, volví las riendas a mi caballo y tomé un galope tendido. Entre multitud de voces que me gritaban que hiciera alto, oía con la mayor distinción una que gritaba a mi inmediación: párese mi General; no le tiren que es mi General; no duden que es mi General; y otra vez, párese mi General. Este incidente volvió a hacer renacer en mí la primera persuasión, de que era gente mía la que me perseguía, desconociéndome, quizá, por la mudanza de traje. En medio de esta confusión, de conceptos contrarios y ruborizándome de aparecer fugitivo de los míos, delante de la columna que había quedado ocho o diez cuadras atrás, tiré las riendas a mi caballo y, moderando en gran parte su escape, volví la cara para cerciorarme: en tal estado fue que uno de los que me perseguían, con un acertado tiro de bolas, dirigido de muy cerca, que inutilizó a mi caballo, me impidió continuar la retirada. Este se puso a dar terribles corcovos, con que mal de mi grado me hizo venir a tierra.

En el mismo momento me vi rodeado por doce o catorce hombres que me apuntaban sus carabinas, y que me intimaban que me rindiese; y debo confesar que aun en este instante no había depuesto del todo mis dudas sobre la clase de hombres que me atacaban, y les pregunté con repetición quiénes eran y a qué gente pertenecían; mas duró poco el engaño, y luego supe que eran enemigos, y que había caído del modo más inaudito en su poder. No podía dar un paso, ninguna defensa me era posible, fuerza alguna de la que me pertenecía se presentaba por allí; fue, pues, preciso resignarme y someterme a mi cruel destino”.



EL GAUCHO ZEBALLOS TRAS LA HAZAÑA

Allí lo tenemos, entonces, al soldado de Estanislao López atrapando a uno de los más brillantes generales de los ejércitos unitarios de todos los tiempos, en un paraje inhóspito de la provincia de Córdoba, rodeado únicamente de árboles y pastizales.

La novedad corre rápidamente, y el general López le manda decir al brigadier general Rosas, en Parte del 12 de mayo de 1831, que tenía “la satisfacción de comunicar a V. E. el suceso tan pausible [sic] como inesperado que tuvo lugar en la tarde de anteayer. Una partida avanzada de 70 hombres de la milicia de Santa Rosa, que se halla incorporada a la división del Comandante Reynafé se acercó al costado del Ejército enemigo, que marchaba a las inmediaciones de la Estancia de D. Dámaso Álvarez, tres leguas al oeste de la Villa de Santa Rosa, y a la distancia de ocho cuadras de allí sacó prisionero al General en Jefe Don José María Paz, quedando muerto en la escaramuza el Teniente Don Raymundo Arana y dispersa la escolta”.

Con esta importantísima captura, la provincia cordobesa volvía nuevamente a manos federales, y se daba término a la amenaza unitaria en el interior de la patria. El Restaurador podía ahora finalizar su primer gobierno bonaerense de forma relativamente tranquila y, acto seguido, emprender la Expedición al Desierto.

¿Qué fue de la vida del soldado gaucho Francisco Zeballos? Ocurren dos cosas. Primero, la felicitación del gobernador de Santa Fe, Estanislao López, quien en carta dirigida también a Rosas el mismo día que el Parte anterior, pone que “El Soldado Francisco Zeballos, a cuyo brazo debemos presa tan importante, remite como prueba de su estimación, aunque no tiene el gusto de conocerlo el fiador y manea que usaba el Protector (Paz), y las bolas con que le sujetó el caballo”. Los objetos capturados al “manco” Paz son ahora reliquias históricas, lo mismo las boleadoras que le han dado caza.

En segundo lugar, Zeballos fue ascendido al grado de capitán de la Milicia Patricia de Caballería del Ejército Federal Confederado, que mandaba el general santafecino López. Como buen gaucho no dejó la lucha por los honores, y por eso se halló dos años más tarde, el 14 de julio de 1833, en la batalla de Piedra Blanca, provincia de Córdoba, donde cayó muerto en combate.

El cancionero federal, una de las más lindas tradiciones orales que nos ha llegado hasta nuestros días, le regaló al soldado gaucho Zeballos estos versos que cuentan, con sencillez y emoción, la hazaña que protagonizó aquel 10 de mayo de 1831, cuando con sus boleadoras derribó el caballo del general Paz y restableció, aunque de forma circunstancial, el sistema federal en las provincias del interior argentino:

“VIVA ESE GAUCHO ZEBALLOS

Viva el soldado Zeballos/ que al manco lo sujetó,/ con un buen tiro de bolas/ contra la tierra lo dio.

Viva ese gaucho Zeballos/ que al manco aprisionó,/ con un buen tiro de bolas/ a su caballo bolió.”



Por Tigre Capiango

sábado, 15 de enero de 2011

UN PASEO A CABALLO Y UN ASADO CON GAUCHOS FEDERALES EN 1847

Esta imagen acompañaba la portada de la edición argentina de "Viaje a caballo por las provincias argentinas", de William Mac Cann.

Patria, 1847. Corrían aires más tranquilos ese año: la Coalición del Norte unitaria hacía un lustro que había desaparecido con la muerte de Juan Lavalle, en 1841, y con la fuga del ladrón y traidor general Aráoz de Lamadrid. También había pasado el peligro en el litoral, cuando en Arroyo Grande, en diciembre de 1842, caía derrotado por los ejércitos federales el general Frutos Rivera, teniendo que lanzarse a nado por el río Uruguay, junto a varios de sus oficiales vencidos, para salvar el pellejo.

El corsario italiano Garibaldi también había sido diezmado, pero no derrotado. Todavía seguía conduciendo balaceras infernales contra los ejércitos de la Confederación Argentina por medio del empleo de tácticas de guerrilla, y cuando esto no alcanzaba, molestaba por medio de alguna diplomacia siniestra con sus ‘hermanos’ de la Masonería. Si no nos fallan los cálculos, en 1847 ya no estaba más en el Río de la Plata Giuseppe Garibaldi.

Tratativas de paz auguraban un pronto restablecimiento de las relaciones anglo-francesas con Juan Manuel de Rosas, tras la Guerra del Paraná, tan olvidada como heroica. En Europa se hablaba del Restaurador de las Leyes como de un héroe o un campeón de la soberanía; su administración, catalogada como de las mejores del mundo, causaba admiración.

MEMORIAS DE UN COMERCIANTE INGLES

Quizás no conozcamos ni la mitad de los relatos o escritos dejados por los viajantes en aquellos años federales, en donde brindaron testimonios muy finos y ricos en detalles de lo que fue, sin lugar a dudas, un tiempo glorioso. Algunos pocos se han divulgado, pero recién cuando los gobiernos liberales terminaban su adoctrinamiento pedagógico colonial, que procuraba borrar de la memoria popular lo que había sido el federalismo como expresión política y social.

Mientras eso ocurría en nuestro país, aquellos viajantes que tuvieron la oportunidad de adentrarse en nuestras tierras, publicaban, con asombro, la tierra gaucha que contemplaron con sus vistas y que narraron con sus plumas. Antes de la caída de Rosas, en 1852, en Londres salía un libro que tuvo por título “Viaje a caballo por las provincias argentinas”. Su autor era un comerciante británico llamado William Mac Cann.

Este viajero se hallaba una tarde de 1847 por fronteras sureñas de la provincia de Buenos Aires, y fue entonces que dejó un hermoso relato de todo lo que vio a su alrededor. Es, sin lugar a dudas, la descripción del oasis argentino, del gaucho, el fogón, el indio y los caballos, antes del final de la Santa Federación:


“En las primeras horas de la tarde divisamos, a lo lejos y en lo alto de una loma, una casa de buena apariencia y decidimos llegarnos hasta allí para pasar la noche. Habitaban la casa un hombre soltero y su hermana, que eran los propietarios de la estancia. Como de costumbre, nos invitaron a pasar, ofreciéndonos todo cuanto necesitábamos. La estancia comprendía una legua cuadrada y tenía ganado en abundancia. Como ya nos hallábamos lejos del lugar donde habíamos comprado los caballos, pensamos que podríamos, sin peligro, dejarlos sueltos, y así lo hicimos, pero atamos uno de ellos a soga larga, cerca de la casa. El dueño nos pidió que lleváramos los recados y otros pertrechos a la cocina; era un rancho abierto en sus dos extremos de manera que el viento corría libremente por su interior. En mitad del piso había un espacio cuadrado, como de cuatro pies, formado con huesos de patas de oveja hundidos en el suelo y que sobresalían como tres o cuatro pulgadas. Allí ardía un fuego que se alimentaba con leña, yuyos secos, huesos y grasa. A lo largo de la pared había unos postes bajos, como de dos pies de altura, sobre los que descansaban estacas sujetas con guascas y cubiertas con un gran cuero de buey. Este aparato nos sirvió de cama.

Arreglados nuestros bagajes, y antes de entrarse el sol, salí a dar una vuelta por los alrededores. Encontré hasta doce perros muy grandes, todos pertenecientes a la casa y no fue poca mi sorpresa al encontrarme también con un indio que, según supe después, formaba parte de un grupo llegado de las inmediaciones de Tapalquén (sic) para comprar yeguas destinadas al consumo. La carne de ese animal es el alimento preferido de los salvajes y pueden comprarla muy barata, sobre todo tratándose de yeguas viejas, porque los criollos no se sirven de ellas para montar y el gobierno exige una licencia especial para matarlas…”


EL ASADO

“Después de hace un paseo a pie, que es el mejor descanso cuando se ha viajado mucho a caballo, volví a la cocina; la dueña de casa se ocupaba en preparar la cena. En el fogón había dos asadores inclinados sobre el fuego con sendos costillares de oveja. Uno a uno iban entrando los huéspedes y las personas de la casa; nosotros nos sentamos cerca del fuego sobre unos trozos de madera para observar cómo se preparaba la comida. La mujer cortó en dos partes un zapallo muy grande colocando las mitades boca abajo sobre la ceniza, después llenó cada mitad con ceniza caliente, asándolas con mucha precaución. Por último limpió de cenizas el zapallo con una cuchara de metal y clavó los dos asadores en el piso, en ángulos opuestos del fogón, de manera que cuatro personas de las que allí estábamos podíamos comer cómodamente de un asador. Pusieron un poco más de agua con sal en un asta de buey y rociaron la carne. Una vela colocada en una botella alumbraba el festín. Cuando todo estuvo listo, sacamos los cuchillos y atacamos el asado y el zapallo con mucho apetito. Los indios que estaban en sus toldos, muy cerca de ahí, despacharían sin duda a esa misma hora uno de sus potros. Después de comer tomamos mate, bebida tan necesaria a esta gente como el té a los ingleses. En seguida, los dueños de casa, dándonos las buenas noches, se retiraron a dormir. Los peones se fueron bajo una ramada, al extremo de la casa principal. Nosotros, viéndonos dueños del refectorio, sala de banquetes o cocina, como quiera llamársele, pensamos también en descansar. Don José y yo ocupamos la cama de cuero a que me he referido… Los perros, los gatos y hasta los ratones batallaron hasta el amanecer por asegurar posiciones en el dormitorio. El frío, afortunadamente, nos libró de las pulgas, pero los ladridos, gruñidos y chillidos de los animales perturbaron nuestro sueño toda la noche”.