lunes, 12 de diciembre de 2011

ENRIQUE OSES: PALABRAS DE ALIENTO A JUAN QUERALTO Y CONCEPTOS POLITICOS VARIOS, EN 1941

Enrique P. Osés, dirigente nacionalista incomprendido en su época, pero cuyos escritos tienen, a la luz de la involución padecida por la patria, una actualidad sorprendente.


Rescatado de su famoso Medios y Fines del Nacionalismo (1941), Enrique Pedro Osés -gran olvidado por la historia y aún por el propio movimiento nacionalista- redacta una crónica en la que sale a apoyar al dirigente Juan Queraltó y a la organización que éste mandaba, la famosa Alianza Libertadora Nacionalista.

Puede que se trate, por la rareza de ver los esfuerzos aunados de estas dos personalidades de la lucha por el ser nacional, de un documento poco estudiado o dado a conocer. Porque, seamos claros, siempre se pide o clama por la unidad del movimiento nacionalista argentino, lo que raras veces se cumple. No obstante, antes del advenimiento del Nacional Peronismo, hubo, sin embargo, algunas buenas intenciones que, como la que pasamos a demostrar, permitieron ver recorrer por la misma senda a caballeros como don Enrique Pedro Osés y Juan Queraltó. El intelectual y el hombre de acción, ni más ni menos.

En el texto que sigue, pues, Enrique Osés delinea varios otros aspectos, como ser el continentalismo -etapa previa para la globalización acuciante de nuestros días- y la tarea siempre difícil de proclamarse argentino de ley. En otro posteo, repasaremos la cosmovisión de Osés sobre la política nacional, la cual, seguramente, motivará algunas antipatías o enojos por tratar con dureza a Hipólito Yrigoyen. :

"ARGENTINOS, NO "CIUDADANOS DE AMERICA"

Esta mañana, Queraltó, al visitarme, dióme cuenta de que el Ministerio del Interior había prohibido la concentración de la Alianza (Libertadora Nacionalista) en la Plaza de Mayo, el día de nuestra máxima efemérides patria. Casi le brotaban lágrimas de los ojos a este muchacho. Lágrimas de rabia y -¿por qué no?- lágrimas de impotencia. Los pretextos de la prohibición no los conozco ni me importa conocerlos. Los tenemos de sobra sabidos. "No hay policía para guardar el orden"; "se puede tomar el acto como una provocación"; "no tiene personería jurídica la Alianza", etc., etc. Macanas. En tanto, los comunistas pueden reunirse para "rendir homenaje a Moreno", el mismo día. Y los cipayos del radicalismo, y del socialismo, y de la Concordancia -¡lindo cocktail!- pueden reunirse en Cabildo Abierto, elevar ponencias al Ejecutivo, "desagraviar" a San Martín y enlodar el recuerdo de esa fecha con una parodia que, esa sí, debió ser prohibida porque no hay derecho a usar el banderín de Mayo para lamerle los pies a Mr. Delano Roosevelt, ni para arrojar más leña a la hoguera belicista del mundo. Ahí está "Crítica", exponente máximo de la entrega, creando el "Día del Americano" y la "escarapela continental", para hacer ambiente a la misma política de "buena vecindad" yanqui. Ahí están "La Nación" y "La Prensa", pretendiendo lo mismo, en sendos editoriales. Nosotros -según ellos-, ya no somos argentinos. Somos "ciudadanos de las tres Américas". Nosotros ya no podemos ser patriotas, es decir, querer a nuestra patria, única y exclusivamente, sobre todas las cosas terrenales: somos "ciudadanos de las tres Américas". Nosotros ya debemos olvidarnos de que formamos un rancho aparte en el Continente. No. Somos americanos y "nada nos separa y todo nos une" con la nación de Monroe y de Roosevelt. Y así vamos a un desbarranco total, sin vuelta de hoja. A confundirnos en una heterogénea mezcolanza con "todas las naciones del continente"; a perder nuestra "individualidad", nuestra "personalidad", nuestra "soberanía", en aras de un continentalismo que es, sin más ni más, la entrega nuestra al más poderoso. ¡Y esto, en nombre de la defensa ante una probable agresión extraña! ¡Pero si para nosotros, argentinos, tan nos son extraños, absolutamente, los Estados Unidos de Norte América, como Tombouctú!...

Todavía, afortunadamente, no hemos perdido los argentinos nuestra capacidad de indignación. Por eso digo que no es posible tolerar más el intento de la prensa colonial, de las instituciones cipayas -todo ello favorecido y acicateado por el Régimen- de enrolarnos a la política de Uncle Sam. No se puede leer sin furor, por ejemplo, el editorial de "La Nación" de ayer, a propósito de la inauguración de la estatua de San Martín en Bogotá: "reviste un alto sentido simbólico la tendencia, hoy tan notable, a suprimir los límites de las glorias nacionales..." "Esa abolición de todo localismo y preocupación hogareña...revela, desde luego, la madurez de una verdadera conciencia continental, que ha llegado a prevalecer sobre el espíritu particularista y hasta cierto punto estrecho, de otras épocas". Es decir, en menos alambicadas perífrasis: el espíritu localista y estrecho de otras épocas, era el patriotismo, vivo, candente, de la naciente argentinidad. Era el respeto y la veneración por las glorias "locales"; era poner a San Martín, como el arquetipo de la nacionalidad. Y aún admitiendo que la epopeya libertadora extendióse a otros pueblos de América -cuyos héroes "nacionales" también la hicieron por su cuenta-, ¿qué tiene que ver todo esto con la "continentalidad" americana adosada geográfica, política, racial, cultural, religiosamente, con Norte América? Nada. Absolutamente nada. La independencia norteamericana es sajona y protestante; la nuestra es católica e hispánica. La nuestra es espiritual y aquélla comercial. Nosotros nos desvinculamos de un imperio, y Norte América de otro, totalmente distinto en la raíz, en los medios y en los fines. No hay unidad continental que valga. Y de tal modo es esto cierto que, para darle una sombra de verosimilitud siquiera al pretexto unificador, los servidores de Roosevelt tienen que hablar del "...nexo común de la democracia". Y olvidarse de que el imperialismo democrático de Norte América lleva arrasadas ya las soberanías de toda América Central y de casi toda nuestra América del Sud, o por la fuerza de la conquista o por el dólar; o por la diplomacia o por el petróleo; o por sus soldados armados o por Wall Street.

Se necesita estar ciegos, para no ver a dónde se nos quiere llevar. Todas las creaciones "panamericanistas", no tienen otro propósito que uncirnos al imperialismo yanqui. Yo no entro ahora a establecer si es que Estados Unidos o, mejor dicho, su gobierno pretende arrastrarnos a la guerra en auxilio de Gran Bretaña. Pero sí sostengo que toda la política yanqui de hoy, tiene una perfecta sincronización con la política yanqui de ayer: con la de las anexiones de que hablaba o con las conquistas de que también hablaba. Bases aeronavales, empréstitos, visitas de confraternidad. Congresos, Rotarys Clubs, intercambios culturales, etc., etc., no llevan sino a hacernos entrar en la órbita yanqui. Yo no sé si concluida la guerra actual, tendremos que guardarnos de las potencias totalitarias vencedoras. Es una probabilidad que no podemos descuidar. Pero si todos los argentinos somos patriotas, ¿acaso no debemos guardarnos lo mismo, de esa potencia imperialista que está mucho más cerca, como lo es el país del Norte? ¿Por qué, entonces, quienes nos acusan a nosotros de "totalitarios" por el solo hecho de que somos nacionalistas, se enrolan y pretenden enrolarnos a todos los argentinos, en la política económica y bélica, de otra potencia, tan extranjera respecto de nosotros, como Estados Unidos? ¿Cuál es el primer deber de un Estado soberano, sino reunir a sus súbditos, en defensa de la Nación? ¿Cómo es admisible que un Estado permita dentro de las fronteras nacionales, en todos los planos -ideológico, cultural, político, económico, espiritual- el que unas entidades como Acción Argentina, y una prensa como toda la prensa colonial, y ministros, y funcionarios públicos, y maestros, y "tutti quanti", en vez de fortalecer el sentimiento argentino, el sentimiento orgulloso, cerrado, viril, patriótico, "localista", "estrecho" -como dice "La Nación"-, exalte un "sentimiento continental" que no tiene otro sentido que el de diluir, en el orden individual, lo argentino; y en el orden colectivo, la nacionalidad argentina?

Esta es otra de las tremendas inmoralidades del régimen actual, de que hablábamos ayer. Los que queremos a nuestra Patria, una, grande, indivisible, rectora, para nosotros, para nuestros hijos, para nuestra posteridad, somos "totalitarios", no podemos reunirnos, no podemos proclamar la verdad argentina, somos "servidores" de una potencia extranjera, quintas columnas y traidores. (¡Malditos sean!) Los otros, los que proclaman su adhesión incondicional a Gran Bretaña, los que se enorgullecen de usar casimir inglés en sus trajes (*), los que juran por Roosevelt, los que intentan y lo dicen, salir a pelear al problemático costado de Estados Unidos, por la democracia inglesa, esos son "ciudadanos de América" y pueden celebrar un Cabildo Abierto, y tienen, en fin, todo el Régimen a su disposición.

No importa. Esta es época de confusión y de derrumbe. Y seguramente deben acaecer más terribles hechos, antes de que tengan lugar nuestros hechos. En estos días de Mayo fortalezcamos los nacionalistas el vínculo que nos une. Seamos, procuremos serlo, más argentinos que nunca, más cerradamente, más sectariamente, más fieramente argentinos que nunca. Hagamos de nuestra argentinidad una ciudadela inexpugnable. Y tengamos esta convicción. Nada podrán todos los "ciudadanos de las tres Américas" que recluten "Argentine Action", "Crítica" y el Régimen, contra un puñado de cien argentinos."

(*) El texto de Enrique Pedro Osés da en la tecla, anticipándose, por mucho, a una vil "moda" (hecha con fines culturales pedagógicos bien definidos, mejor dicho) que se da justamente a 30 años de la Gesta de Malvinas, y nos referimos al uso de remeras con la bandera imperialista de Gran Bretaña. Malos argentinos le hacen publicidad permanente vistiendo los colores de nuestro enemigo histórico por antonomasia. Osés descifra este aspecto sutil de colonialismo al afirmar, como en el texto, que ya en los primeros años 40 del siglo XX había gente que usaba "casimir inglés", copiando una moda extraña, europeizante, acaso protestante, siempre en detrimento de las por entonces ya abandonadas pilchas gauchas.